La historia de Rabat comenzó con un asentamiento conocido como Chellah en la ribera del río Bou Regreg, en el siglo III A.C. Más tarde fue invadido por el imperio romano y fue llamado Sala Colonia. Alrededor del siglo XII, se convirtió en una base para ataques a lo que hoy es España, en concreto Andalucía. Un poco más tarde, el califa almohade Yaqub al-Mansur construyó unos magníficos muros de protección de la ciudad y la espectacular Kasbah de los Oudayas, que permanecen aún hoy en día.
Siglos más tarde, los franceses invadieron en 1912 Marruecos y establecieron un protectorado. El pretexto fue defender la dinastía alauita de un levantamiento contra ellos. La realidad fue defender sus intereses comerciales. Los franceses hicieron de Rabat la capital del protectorado y el sultán de entonces trasladó su capital allí también, aquí nace la cuarta y última, hasta el momento, Ciudad Imperial de Marruecos. En 1956 se proclamó la independencia de Marruecos, los franceses se fueron y el Rey Mohammed V tuvo que exiliarse, aunque por breve tiempo ya que el pueblo le agradeció su influencia para conseguir la independencia. Cuando volvió, mantuvo a Rabat como capital del reino y así lo ha hecho también sus sucesores.
Hoy en día, Rabat es la segunda ciudad más grande de Marruecos y alberga todas las embajadas extranjeras. Situado en la desembocadura del río Bou Regreg con el Océano Atlántico, Rabat se ha fusionado con las ciudades vecinas Temara y Salé para formar una aglomeración urbana que alberga a más de 1,8 millones de personas. Es una de las cuatro ciudades imperiales del país y aunque puede ser corta en atracciones turísticas de primer orden, lo compensa con un montón de encanto. Avenidas bordeadas de palmeras de la "Ville Nouvelle" (Ciudad Nueva) están limpias, bien cuidadas y relativamente libres de congestión de tráfico. Hay una playa limpia en el centro, una Kasbah intacta y sugerente, y una atractiva Medina amurallada. Precisamente la conjunción de todos estos lugares, le ha valido ser reconocida por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad en 2012, como "Rabat, capital moderna y ciudad histórica" .
LOS IMPRESCINDIBLES DE RABAT EN UN DÍA
Llegamos a Rabat después de un cómodo y agradable trayecto en tren desde Meknes, salimos sobre las 09:00 h y cubrimos los 180 kilómetros que separan las dos ciudades en aproximadamente 2 horas.
Una estación bonita, moderna y limpia que además acogerá en los próximos años la infraestructura de la alta velocidad. Lo primero que hicimos, claro está, es ir al hotel Belere que estaba a unos 150 metros de la estación. En esta ocasión, si pudimos hacer uso de la habitación nada más llegar. El hotel es súper correcto, sin grandes pretensiones, pero que cumple con las expectativas, con una cama inmejorable y con calefacción. Dejamos las maletas y… ¡Dispuestos a conocer Rabat!
Nuestra ruta iba a ser la que a continuación os mostramos. Tuvimos la suerte de tener un tiempo estupendo para pasear y hacer grata nuestra visita a la capital de Marruecos.
Y lo primero fue conocer la bella puerta llamada Bab Al Rouah, que significa "Puerta de los Vientos" enclavada en un nudo de avenidas cercano a nuestro hotel. Es la más famosa de las puertas monumentales de Rabat, pertenece a la época almohade, siendo la única que existía para dar paso a la ciudad. Esta es la puerta más grande de este tramo de muralla con 27 metros de ancho y 12 metros de altura.
Posee dos torres laterales que sobresalen de la fachada principal con gran riqueza en su decoración. Los materiales de su construcción son la piedra tallada y decorada en su totalidad. Se remodela como galería de arte en 2002 dependiendo del Ministerio de Cultura Marroquí con exposiciones nacionales e internacionales de arte contemporáneo. Es posible realizar una visita a su interior de forma gratuita.
Desde allí intentamos ir al Palacio Real pero desistimos debido al colosal terreno tapiado del que dispone, sin saber siquiera si podríamos hacer alguna foto por las medidas de seguridad que estábamos observando. Fuera del Palacio Real, a lo largo de la avenida Moulay Hassan, se encuentra la Mezquita Assounna, construida en el siglo XVIII por los alauitas y la más grande de Rabat, es un perfecto acabado visual para la avenida Mohamed V, la más importante de la ciudad. Desde allí cogimos un taxi, en Rabat los "petits taxis" de color rojo ponen el taxímetro y no hay que negociar, aunque si no va lleno, pueden aceptar más pasajeros. El turista siempre pagará el total que marque el taxímetro a la hora de bajarse. El caso es que por 30DHM unos 3€ nos dejó en el complejo monumental más famoso de Rabat, La Torre de Hassan y el Mausoleo de Mahamed V.
Un recinto donde íbamos a encontrar muchas sorpresas que nos asombrarían. Primero vimos la custodia de la puerta principal por la guardia real montada a caballo. Después, uno a uno, recorreríamos los diferentes monumentos que se encuentran allí.
La Torre Hassan fue el minarete de la mezquita de Hassan, cuya construcción se inició en 1195 bajo el califato de Yaqub al-Mansur, que pretendía competir en belleza con su gran rival la Gran Mezquita de Córdoba y ser la más grande del mundo musulmán. Con una intención inicial de llegar a los 60 metros de altura, la torre se encuentra hoy en 44 metros, después de haber sido abandonado el proyecto a la muerte del sultán en 1199.
Sigue siendo una formidable estructura y se cierne sobre los restos de su mezquita en ruinas, ya que fue derribada por un terremoto en 1755. La mezquita fue diseñada para acoger a 20.000 fieles, y a pesar de que todo lo que queda hoy en día son hileras de columnas reconstruidas, la magnitud de su grandeza es aún visible.
Nos llamó la atención la cantidad de familias musulmanas que frecuentaban el lugar, el respeto y la amabilidad de los mismos, sonriéndonos cuando se cruzaban con nosotros o pidiéndonos que les hiciéramos fotos. Frente a la torre, uno de los santuarios más importantes del país, el Mausoleo de Mohammed V. Aquí se encuentran las tumbas del rey Mohammed V y sus dos hijos, el rey Hassan II y el Príncipe Moulay Abdellah, es decir, el abuelo, padre y tío del actual rey.
Diseñado por el arquitecto vietnamita Eric Vo Toan e inaugurado seis años después de la muerte de Mohammed V en 1961. Su exterior es sorprendentemente sencillo con paredes blancas y techo de tejas verdes pero posee un interior de exquisita artesanía tradicional marroquí con suelo de mármol con un toque de pan de oro y madera de cedro tallada a mano, mientras que las tres tumbas de la planta baja están talladas en ónix blanco. Está considerada una de las obras maestras del arte marroquí contemporáneo.
Es posible la visita de los no musulmanes. Tiene un gran sistema de seguridad con agentes de paisano y militares, que están muy atentos a los movimientos de los visitantes, los miembros de la guardia real a pie y a caballo le rinden honores permanentemente.
Al lado se encuentra la mezquita de Mohammed V, construida al mismo tiempo que el mausoleo y que se utiliza principalmente para las oraciones del viernes al mediodía y en días festivos importantes. Este lugar está cargado de simbolismo y reminiscencia ya que fue en este lugar, el 18 de noviembre de 1955 y a su regreso del exilio, cuando el rey Mohamed V proclamó en la oración del viernes la independencia de Marruecos.
Como disfrutábamos de un sol radiante y el lugar era espectacular, no tuvimos prisa en abandonarlo y seguimos por un tiempo haciendo fotografías del recinto, cuando acabamos, nuevamente cogimos un "petit taxi" en la salida con destino a la desembocadura del río Bou Regreg con el Océano Atlántico para visitar la Kasbah y entrar por la puerta Bal al Had, que es una de las más bonitas dela ciudad.
Un sitio privilegiado con vistas increíbles, desde donde podíamos observar la Ménara o Torre de vigilancia, la pared de la fortaleza que forman la ciudad antigua, la playa de Rabat y el espectacular Cementerio de los Mártires, a la vez inquietante y hermoso con las tumbas en dirección a la Meca. Es enorme y misterioso, decenas de miles de lápidas bellamente grabadas muy juntas, van rellenando todo el camino hasta el mar. Nunca habíamos visto algo así.
Grabábamos y tomábamos fotografías sin cesar y aún no habíamos entrado en la Kasbah de los Oudayas.
Una Kasbah, a diferencia de una Medina es un recinto amurallado, pero que no tiene Zoco. Un hecho que se ha repetido sistemáticamente durante la historia es la de construir murallas en los bordes costeros o ríos y además en su parte más alta para proteger a la ciudad y evitar su invasión. Eso es lo que hizo en su día el califa almohade Yaqub al-Mansur en este lugar.
En origen, se trataba de un pequeño fortín militar y después ha sido objeto de numerosas transformaciones, primero convirtiéndose en una pequeña fortaleza y después en ciudadela. Alberga la historia de todas las dinastías que gobernaron Marruecos desde hace más de 1000 años. Esta es una de la razones por lo que la visita a la Kasbah de los Oudayas se hace obligatoria para cualquier persona que visite Rabat. El nombre de Oudaya deriva del nombre de un desierto donde vivía una tribu que se sumó al ejército alauita para defender la ciudad contra los ataques de enemigos. La fortaleza de la Kasbah Oudaya que una vez fue el escenario de muchas luchas y operaciones militares se ha modificado hoy en día para ser una atracción turística y un sitio histórico que fue añadido a la lista de la UNESCO recientemente.
Tiene un estilo árabe andaluz especial de arquitectura, que es muy claro en sus puertas y fachadas y que se puede atribuir a los moriscos que han inmigrado a la zona en el siglo XVII después de haber sido expulsados de España durante el reinado de Felipe III. Nos encontramos con trabajos de restauración en la muralla y con la puertas llenas de andamios, pero fueron los mismos obreros que trabajaban allí quienes amablemente nos dijeron donde tenía el acceso provisional. Es difícil de explicar la sensación de paz y sosiego que se genera una vez te adentras en la Kasbah.
Estrechas callejuelas y rincones de blanco y azul, más propios de algunas medinas del norte como Chaouen o Asilah te transporta a una realidad distinta a la evolución urbana de la vibrante ciudad de Rabat, como si los muros de la kasbah hubieran protegido a la ciudadela de ruidos y contaminación. El entorno esta preservado de talleres, fábricas, autobuses, taxis, o vehículos particulares.
Ha conseguido tener su propia magia y ser diferente de cualquier otro punto de Rabat convirtiéndose en refugio de artistas, fotógrafos, músicos y poetas que o bien visitan el lugar con regularidad o han fijado aquí su residencia, sirviendose de una eficaz fuente de inspiración. En resumen y por decirlo con pocas palabras: Un maravilloso lugar para perderse.
Mientras subíamos a la gran terraza mirador de la kasbah, llamada la Plataforma del Semáforo, un espacio abierto de generosas dimensiones, entablamos conversación con un joven trotamundos músico natural de Rabat aunque viviendo en Bali y nuevamente la amabilidad salió a relucir en los habitantes de esta cada vez más sorprendente ciudad, enseñándonos detalles que pasaríamos por alto y que solo un local puede indicarte.
Después de una interesante paseo por la zona, más que obligatoria, es un ritual, la parada para descansar en el café Oudaya, que es tan antiguo como todo el lugar. La consumición más popular en el café, es el tradicional té marroquí con menta y la bandeja con pasteles. Y a eso nos apuntamos. Las vistas a la desembocadura son espléndidas y en nuestro caso inolvidables. Además unas jóvenes españolas de vacaciones por Marruecos nos animaron a participar en amenas conversaciones sobre la ciudad que estábamos conociendo.
A la salida de la kasbah, nos esperaban los hermosos jardines andalusíes, que curiosamente fueron realizados por los franceses durante el protectorado. Constituyen un punto de encuentro para los locales y su aroma se hace perceptible nada más cruzar por ellos. El azahar y la hierbabuena estaba presente por doquier. También los mirlos y gorriones parecen contentos de compartir tan bello lugar. Su paz está protegida por cañones ingleses del siglo XVIII y un recinto de paredes almenadas.
Terminamos la magnífica visita a la kasbah y nos dirigimos a la Medina de Rabat. Un trayecto más bien corto que hicimos andando. La Medina de Rabat, es de las menos turísticas de Marruecos, fue fundada por los moriscos en el siglo XVII. Sin embargo, esconde edificaciones anteriores, como son la Mezquita, la Madraza y el Hammam, o baño árabe, de época almorávide, es decir del siglo XII.
La medina se encuentra cercada entre dos murallas de distinta época. En el sur las Murallas de los Andaluces, de tonos rojizos bordeada por el Boulevard Hassan II, que la separa de la ciudad moderna y en el este Las Murallas de los Almohades junto al barrio judío.
Los visitantes tienen allí la oportunidad de recorrer tranquilamente una medina tradicional marroquí sin el caos y la gran cantidad de gente que tienen otras de las grandes ciudades, es sin duda la más tranquila de todo el país. Sin agobios, pudiendo parar en cualquier puesto sin que te atosiguen y además aprovechar para beber o comer algo en algunos de sus numerosos restaurantes y cafés.
El producto estrella de esta medina, son duda alguna los zapatos y los productos de piel, de buena calidad y a unos muy buenos precios. Incluso muchos puestos tienen los precios a la vista con lo que se evita regatear.
Un paseo agradable y que puede ser fructífero si se tiene tiempo para comprar. Como no era nuestro caso, cogimos otro taxi para ir al origen de la ciudad de Rabat, las ruinas de Chellah.
Esta vez si negociamos con el taxista el recorrido y la espera para recogernos después de la visita, ya que vimos que allí no habría forma de encontrar un taxi y llevarnos al hotel. En total fueron unos 9 €. Estas ruinas constituyen probablemente la más antigua aglomeración humana establecida en la desembocadura del río Bou Regreg. Su inicio, probablemente arrancase de la mano de los fenicios que crearon un pequeño puesto comercial. Al ser un lugar de enorme potencial comercial por situarse a la orilla de un río navegable y por su cercanía con el Océano Atlántico, los romanos construyeron su propia ciudad, Sala Colonia, que continuó existiendo como una ciudad de los bereberes cristianizados. Chellah fue abandonada durante varios siglos hasta que los merinides eligieron el emplazamiento para situar una mezquita y varios santuarios y, poco después, a la muerte del sultán reinante, construir un mausoleo en los que albergar sus restos. Llegamos al recinto, pagamos la entrada de 10 MAD por persona y le dijimos al taxista que esperara unos 45 minutos que era el tiempo restante que quedaba antes del cierre. Lo primero que vimos fue la imponente muralla que protege a la necrópolis, con una puerta principal que consta de dos torres octogonales a los lados. Al flanquearla, se nos invita a realizar un recorrido en el que poco a poco iremos descubriendo los diferentes restos arqueológicos.
Descendimos hacia el yacimiento, recorriendo espesos jardines de factura sencilla y sin apenas flores, un camino rodeado de chumberas y cactus. De pronto, como si las cigüeñas que anidan allí, actuasen de guías y hubiera que seguirlas, bajamos las escaleras de la calzada hasta llegar a una planicie donde los vestigios de la ciudad romana y la necrópolis de reputados imanes y santos locales se hacen visibles.
Ambos asentamientos se extienden a un lado y otro de la calzada romana. Frente a frente, hay un salto de nueve siglos. La vida romana, populosa, guerrera y comercial frente a la paz, la meditación y la espiritualidad de la dinastía Merinides. La vida y la muerte se miran cara a cara en este conjunto monumental.
Los meriníes fueron una dinastía bereber perteneciente al grupo Banu Zanata, que reinó durante dos siglos en gran parte de Marruecos e impusieron su dominio en todo el Magreb y parte de la España islámica. En contra de las dinastías que las precedieron, almorávides y almohades, los meriníes no estaban motivados por el celo religioso y su gobierno se caracterizó por una política de tolerancia hacia la minoría judía y la de los cristianos ibéricos. En los restos romanos se distingue la calzada, el capitolio y el templo. Con apenas unos centímetros excavados y mucha imaginación podemos suponer que también existe un arco romano, el foro y las termas. La parte árabe está más excavada y se ven perfectamente los restos de la mezquita, la madraza y los sepulcros y mausoleos.
Pero el sitio no es solamente singular por su patrimonio cultural e inmaterial, sino por su paisaje y la armonía de sus jardines rodeados de acequias donde el agua procedente del acueducto romano subterráneo llega en abundancia.
Las ruinas de la civilización romana, los restos de la necrópolis musulmana, los jardines botánicos islámicos y por ultimo las cigüeñas, son testigos de la belleza de este lugar único. Llegó la hora y amablemente nos invitaron a tomar la salida. Nuestro taxista nos esperaba y nos llevó al hotel. Había sido un día muy completo, así que cenamos pronto en una pizzeria al estilo marroquí muy cercana al hotel y frente a la estación de tren. Nos fuimos hasta la estación para sacar los billetes del día siguiente hacia Casablanca. Además de estas visitas que hemos hecho, si el día hubiera tenido más horas de luz, nos habría gustado visitar el Museo Arqueológico y El Palacio Real.
A continuación, directos a descansar.
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