Perpignan o Perpiñán (en español), es la primera ciudad grande de Francia, con unos 130.000 habitantes, que se encuentra una vez se cruzan los Pirineos Orientales desde España. Nosotros veníamos en sentido contrario después de haber visto los principales castillos cátaros y nos alojamos en el Hotel de France que lo único que tenía bueno era la ubicación, pues fue con mucho el peor hotel del viaje.
Nada más instalarnos, fuimos a dar un paseo por el Castellet de Perpignan, que estaba muy cerca del hotel y que es el monumento más emblemático de la ciudad. Antiguamente, a partir del último tercio del siglo XIV, el acceso a Perpignán se efectuaba por una puerta fortificada, construida en medio de la muralla para vigilar el paso del puente de piedra y las entradas a la ciudad. En el siglo XVI se amplió con ladrillo, con aberturas de piedra tallada, convirtiéndose en fortaleza autónoma cerrada, más tarde, durante los siglos XVII al XIX funcionó como prisión y finalmente transformado en museo en el siglo XX. Cenamos en una terraza de las calles peatonales que se encuentran cerca del monumento.
Fue capital histórica del Condado del Rosellón y por lo tanto perteneció primero al Reino de Mallorca y cuando éste se incorporó a la Corona de Aragón fue parte de su reino. Ha sido incluso sede de la Generalidad de Cataluña, después de la rendición de Barcelona en 1654, hasta que con la firma del Tratado de los Pirineos en 1659 pasó a formar parte del Reino de Francia y se convierte en capital del departamento de Pirineos Orientales. Tras el fin de la Segunda República Española acabada la Guerra Civil, Perpingan, junto con otras ciudades del Midi francés, acogió a numerosos exiliados republicanos españoles, sobre todo catalanes.
La cultura catalana está muy presente en esta ciudad y forma parte de sus raíces y de su historia. El idioma catalán, lo habla la mitad de su población y junto con el francés, tienen el carácter de "lengua histórica" de la ciudad y se enseña en los colegios. El centro histórico de Perpignan es pequeño y fácil de ver a través de sus pequeñas y estrechas calles, en el mapa indicamos sus principales monumentos.
Al día siguiente, comenzamos nuestro recorrido por Los Quais (Orillas) del Río Basse, que estaban justo enfrente de nuestro hotel. Las orillas del río fueron rehabilitadas en 1999 y se han convertido en el nuevo corazón de la ciudad. Su historia se remonta después de la demolición de la muralla medieval durante el Segundo Imperio Napoleónico, urbanizándose la zona y levantándose inmuebles de arquitectura de inspiración haussmaniana como la Prefectura y el Grand Hôtel, sede actual del Consejo General.
Ya de día observamos el Castellet de Perpignan y observamos con más claridad que está construido con ladrillos color rojo y puntos de color rosa de mármol. Sus dos torres están rematadas con almenas y matacanes especialmente alargados. En su interior, la Casa Pairal alberga el Museo Catalán de Artes y Tradiciones Populares
El precio de entrada al museo no es caro (2€) y además se puede acceder a la torre subiendo los 142 escalones para llegar a la azotea del monumento y contemplar Perpignan desde los alto. Nosotros no lo hicimos, pues teníamos poco tiempo y pocas ganas de esforzarnos para subir a la atalaya.
Una vez visitado el Castellet, desayunamos en otra terraza cercana, unos excelentes croisants y nos dirigimos hacia el centro, aunque antes pasamos por unos edificios que tienen cierta reminiscencia con nuestro más cercano pasado.
En los años 60 y primeros de los 70 del siglo pasado Perpignan fue lugar de peregrinación de muchos ciudadanos españoles que en plena dictadura franquista acudían a sus salas de cine dispuestos a disfrutar de aires de libertad y cuerpos desnudos. ¿Quién no recuerda las excursiones masivas de españoles para ir a ver "Emmanuelle" o "El último tango en París"? Y aquel dicho popular, también convertido en película "Lo verde empieza en los Pirineos".
De los dos cines históricos de aquellos años solo queda uno, convertido en multicine y el otro transformado en entidad bancaria. Parece mentira que en aquellos años un periódico llegó a publicar: "Uno de los nuevos espectáculos para los franceses del sur es salir de paseo para ver las enormes filas de españoles ante las taquillas de los cines"
Desde allí y a poca distancia pasamos por una hermosa plaza presidida por una Venus del gran escultor francés Maillol y unas aceras en mármol rosa que le dan carisma a este lugar. Se denomina como Place de la Loge donde en verano se bailan sardanas y desde donde sale el tren turístico de la ciudad.
Colindando con la plaza se encuentra una casa muy particular e imponente. Se trata de la Casa Xanxo con una fachada que es un perfecto ejemplo del estilo gótico y que cuenta con unos grabados perfectamente esculpidos que representan los pecados capitales y el infierno. Sin duda alguna, es una de las edificaciones más emblemáticas de la ciudad, y digna de admirar. Hoy en día es sede de la Casa de Arte Histórico de Perpignan.
Seguimos nuestro camino hasta que encontramos la Catedral de San Juan Bautista de Perpignan, uno de los lugares religiosos, más importantes de la ciudad . Una catedral gótica construida en el siglo XIV y remodelada un siglo más tarde con piedras en tonos rojos en la que destacan sus retablos del gótico catalán, la torre del reloj y sus impresionantes bóvedas. En su interior se encuentra el sepulcro del rey Sanç I de Mallorca, que también fue conde de Rosellón. La ubicación de la Catedral se encuentra en una de las plazas más bonitas de la ciudad, la place de Gambetta, que le concede aún más encanto.
Y justo detrás de la Catedral, que suele pasar desapercibido, se encuentra el Campo Santo, el claustro funerario más antiguo de Francia. Fue construido al principio del siglo XIV y se compone de 4 galerías. El estilo gótico está realizado en mármol blanco. Al fondo del claustro, se encuentra la capilla funeraria.
Seguimos nuestra andadura hasta el mismo centro de la ciudad, porque si bien El Castellet es la puerta de entrada al corazón de Perpignan, el centro neurálgico y el mayor bullicio se desarrolla en la Plaza de la República, donde llegamos andando en un gratificante paseo a través de calles con encanto. Es una amplia plaza con varios bares y restaurantes donde se disfruta del buen tiempo tomando un refresco o una cerveza en alguna de sus terrazas. Sus edificios son muy pintorescos y distintos entre sí, lo que resulta bastante curioso.
En sus alrededores hay muchos comercios y los fines de semana alberga un mercado que llena de vida el lugar y un tiovivo de época hace las delicias de los niños. Sin duda un buen espacio para descansar y empaparse del ambiente local de Perpignan.
Habíamos recorrido casi todo el centro histórico de la ciudad, pero nos faltaba algún monumento con historia que estaba algo más alejado y hacia allá que fuimos. Desde lejos llama la atención, pues a la belleza de jardines de las inmediaciones se une la majestuosidad del edificio. Se trataba del Palacio de los Reyes de Mallorca.
Construido a finales del siglo XIII por el rey de Mallorca Jaume II, fue uno de los puntos más importantes del Reino de Mallorca, época en la que Perpignan alcanzó su máximo esplendor e incluso llegó a ser capital del reino. Es un palacio-fortaleza de estilo gótico cuya planta se organiza en torno a tres patios. La entrada cuesta 4€ pero desistimos de hacerlo por falta de tiempo. Lo que si observamos fueron las bonitas vistas de la ciudad que se ofrecen desde sus jardines.
Con esto habíamos acabado nuestra visita a Perpignan y volvimos a recoger el coche, pero antes de abandonar la ciudad nos iríamos al "Centro del mundo".
Así es como llamaba Dalí a la antigua estación de trenes de Perpignan, e incluso la pintó, aunque el cuadro no esté aquí sino en el Museo Ludwig de Colonia, donde tuvimos ocasión de verlo. Podéis leer el post aquí.
Si os fijáis en el cuadro esta representado el pintor en la parte superior en una figura que se ve desde abajo, pues bien, la compañía nacional francesa de ferrocarril encargó una estatua de esa figura del cuadro y la instaló arriba, en el tejado de la estación, como homenaje al pintor y para que también se le viera desde abajo. Sin bajarnos del coche observamos la estación y después continuamos viaje hasta Collioure. Podéis leer todo el viaje en "Ruta en coche de 12 días por el País Cátaro: España, Andorra y Francia" .
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