Tuvimos que recorrer más de 80 kilómetros desde Toulouse para llegar a este bonito, interesante y encantador pueblo de Cordes sur ciel (En español: Cuerdas sobre el cielo). El pueblo, que suele tener por debajo una alfombra de niebla y parece elevarse sobre el cielo tuvo el apelativo de "sur Ciel" en 1947 gracias a la ocurrencia de un periodista y poeta. En 1993 se añadió oficialmente ese apellido al nombre. Nacía así Cordes-sur-Ciel. En 2014, fue elegido como pueblo más bonito de Francia, por la televisión oficial francesa.
Para visitar la parte alta, o lo que es lo mismo el centro histórico, es necesario aparcar en el estacionamiento de la parte baja del pueblo, pagar 4€ y coger un trenecito que lleva a la puerta principal de la muralla del pueblo original histórico. Una puerta medieval que se clasifica como edificio histórico desde 1923 y cuyo origen se remonta al siglo XII. Se la denomina como "La Porte du Vainqueur" (Puerta del Ganador).
Esta puerta estaba totalmente integrada en la muralla de protección de la ciudad, y servía de acceso a la zona superior de la ciudad. Las puertas servían como apoyo de las casas adyacentes. Este tipo de construcción se conoce como "Bastide" (ciudades fortificadas). Se trataba de una forma de construir las ciudades en la Edad Media, que tenía como finalidad la defensa de los habitantes y la explotación comercial de la ciudad. Este tipo de construcción surgió en el siglo XIII y es uno de los referentes de la Región de Occitania.
Normalmente, los pueblos medievales se crearon teniendo como epicentro a una iglesia o un castillo, sin embargo, Cordes sur Ciel fue creada en el siglo XII como refugio para todas aquellas personas que se habían quedado sin un techo como consecuencia de la guerra entre cátaros y albigenses. Las calles empedradas se abren camino hasta su punto más elevado sobre los prados que bordean el río Cérou. El laberinto de calles increíblemente hermoso contiene galerías de arte, cafés, boutiques y tiendas de artesanos, así como numerosos arcos y monumentos medievales, incluidas las majestuosas mansiones góticas de arenisca rosa de los siglos XIII y XIV, por este motivo, también es denominada como la "ciudad de las cien ventanas ojivales"
Albert Camus denominó a Cordes como "una ciudad fundada en la frontera de otro universo" donde es todo un espectáculo ver la luz del sol iluminando los tonos rosados y grises de las fachadas de arenisca.
Iniciamos nuestra ascensión por la empinada calle principal admirando a nuestro paso las fachadas góticas de casas intemporales y únicas. Sobre los muros observamos animales insólitos que se parecen mucho a las gárgolas que se ven en tantas catedrales medievales e inscripciones especialmente dispuestas en bajorrelieve que se han transformado en verdaderos libros de historia en piedra.
Nos fuimos encontrando hermosas tiendas o talleres, (ateliers en francés), donde los artesanos siguen viviendo y trabajando en el pueblo para vender sus productos. También hoteles y restaurantes ofreciendo sus servicios con originales cartas.
Llegamos por fin a una iglesia que explica un poco la evolución de la historia de este pueblo. Veréis, Raimon VII, Conde de Toulouse y excumulgado por el Papa, permitió que la mayoría de habitantes de la ciudad fueran de la secta religiosa de los cátaros y el pueblo se convirtió en un objetivo de los cruzados. Una vez hubieron acabado con los cátaros de la zona, el obispo de Albi y vice-inquisidor de la región ordenó la construcción de la Iglesia de St Michel.
Los habitantes seguían teniendo poco aprecio por los católicos, así que se tomaron su tiempo en construirla. De hecho, una de las cosas más curiosas de la iglesia, es la existencia de una puerta de acceso a media altura de uno de los muros, claramente inútil. Construida en el siglo XIII, es un claro ejemplo de la evolución del gótico.
Saliendo de la Iglesia se encuentra otro singular monumento, la Maison du Grand Fauconnier (Casa del Gran Halconero) que alberga ahora el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo y que contiene donaciones de grandes pintores como Picasso, Miró, Leger, Brayer o André Verdet entre otros grandes artistas del siglo XX.
Es una casa gótica con tres pisos. En la planta baja, cinco arcos ojivas abiertas en la calle. Hay dos grupos de tres aberturas dobles que iluminan el interior en el primer piso. En el segundo piso, los dos grupos de ventanas también son dobles. Y a continuación, el centro neurágico del pueblo, su Mercado Cubierto.
Cordes sur Ciel aún conserva su mercado cubierto del siglo XIV. Se trata de una plaza cubierta por un gran techo de madera sujetado por bonitas columnas de piedra y del que cuelgan unos farolillos propios de la época. Dicho mercado era fundamental para el intercambio y la venta de muchos productos como telas, seda o cuero.
En la plaza del mercado encontramos dos elementos que llaman la atención, una Cruz, del siglo XVI y el Pozo, del siglo XII que destaca por su profundidad, 113 metros, y por haber sido excavado directamente sobre la roca. Por este pozo fueron lanzados por los lugareños a tres inquisidores, después de la represión ejercida por la Inquisición, persiguiendo a los cátaros. Aprovechamos para tomarnos un pequeño descanso en una terraza instalada allí, para reponer fuerzas después de las caminatas realizadas por las calles empinadas del pueblo.
Terminado el receso, seguimos recorriendo las calles y callejuelas del pueblo que te trasladaban directamente a la Edad Media.y comprobamos que Cordes-sur-Ciel es una de las "bastides" más fascinantes de la región.
Tras ascender por algunos escalones, desembocamos en una especie de mirador desde donde observar los verdes campos y parte del pueblo de la parte baja, unas excelentes panorámicas de la campiña que rodea a Cordes-Sur-Ciel.
El panorama de la campiña desde estos miradores, que eran antiguos puestos de vigilancia quitan el aliento. Aquí y allá se descubren parcelas de campos verdes con pequeñas casas, los campanarios de las iglesias, los árboles que se juntan pero no llegan a formar un bosque. Todo una delicia.
Los alrededores campestres de Cordes son tan bonitos, y más aún al apreciarlos desde lo alto, por encima de las nubes, sobre el cielo. Fuimos a la parada del trenecito para llegar a nuestro coche y seguir nuestro viaje. Podéis leer toda la ruta de nuestro viaje en "Ruta en coche de 12 días por el País Cátaro: España, Andorra y Francia"
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