Dejábamos la entrañable ciudad de Kotor mediante un taxi que nos llevaría al casi minúsculo aeropuerto de Tivat, población cercana y también situada en "Boka Kotorska".
Al ser domingo, era el único lugar donde podíamos hacernos con un vehículo. El taxi nos cobro la cantidad de 15€ una cantidad que debe ser fija, ya que figuraba en los carteles de las paradas de taxi. El alquiler del coche lo habíamos hecho con anterioridad a través de Autoeurope.
El recorrido iba a ser corto, ya que nuestra primera parada por la costa adriática de Montenegro sería Budva, situada a poco más de 20 kilómetros del aeropuerto, pero como se acercaba la hora de comer, antes de llegar dimos con un restaurante con unas vistas que dejan la boca abierta, se trata del restaurante "El Rey" sí, sí, escrito en español, en el que no comimos nada mal y tampoco fue caro.
Merece la pena la parada aquí, aunque sea solo para tomar un café y deleitarse con las vistas que ofrece de la costa del Adriático. Se encuentra en el margen derecho de la carretera E-80.
Cuando dimos por finalizada la comida y una sobremesa que no fue breve, nos dirigimos hacia Budva, la glamurosa ciudad costera montenegrina, famosa por sus playas de arena y su vibrante vida nocturna, siendo el destino más visitado de Montenegro.
Pero además, Budva, posee una historia antigua, no exenta de leyendas, como que la ciudad fue fundada por Cadmo, hijo del rey fenicio Agénor. Éste, tras salir de Tebas, llegó en carro al lugar que se convertiría en Budva. El casco antiguo, equivalente a la antigua ciudad, se cree que se encontraba originariamente en un islote, transformado en península a lo largo de los siglos. Zona fronteriza de imperios, lugar de paso de pueblos, hacen de esta ciudad un lugar bellísimo cargado de historia.
Y eso era lo que nos interesaba, por lo que pusimos como dirección en el GPS, un parking cercano al "Stari Grad" en el que pudimos dejar el coche a cambio de pagar 2€ la hora.
Los venecianos, durante los siglos XV y XVI rodearon de murallas, palacios y plazas a Budva, para apoyar su vasto imperio marinero, y por lo tanto, hicieron de ella la belleza que es hoy en día. Esta imponente fortaleza medieval se compone de torres y de diversas puertas de acceso a la ciudadela. Una vez en el interior de la muralla, paseamos por el centro histórico de Budva, un atractivo laberinto de estrechas callejuelas, calles enlosadas, plazoletas y monumentos de clara inspiración veneciana, haciendo gratificante el paseo, aunque observamos un exceso de tiendas de recuerdos y de otra índole.
La ciudad fortificada actúa como guardián de la Bahía Unesco de Kotor y las vistas desde la ciudadela son magníficas. Una vez traspasada la puerta principal que da acceso a la ciudadela, nos dirigimos hacia el mar por una calle empedrada desde donde se vislumbraba el horizonte azul.
Nos topamos con una agradable plaza desde se podía observar el magnífico litoral, así como las tejas rojas de algunos de los techos de los edificios de la ciudadela. Para agradar aún más la estancia, sonaron las campanas y un músico callejero tocó discretamente melodías conocidas por todos con bastante buen acierto ¡Que maravilla estar allí en esos momentos!
En esta plaza, la más grande de la ciudadela se pueden observar dos iglesias:
- Iglesia católica de San Iván: Una de las iglesias más antiguas de la costa adriática, construida, parece ser en el siglo VII, pero fue dañada en el terremoto de 1667 por lo que hubo que reconstruirla. Fue catedral hasta 1828, cuando la diócesis de Budva fue abolida. La torre alta, que domina la ciudad, fue erigida en 1867.
- Iglesia ortodoxa de la Santa Trinidad: Fue construida siguiendo un diseño bizantino, después de que la República Veneciana perdiera el control de la región a finales del siglo XVIII. El imperio astro-húngaro permite su construcción en 1804 a petición de la población ortodoxa de Budva.
Una vez vista la plaza y el litoral desde las murallas, seguimos visitando rincones antes de llegar al aparcamiento, sin ninguna prisa, pero también sin pausa, fotografiando y contemplando los bonitos rincones que teníamos ante nosotros.
Palacetes y casas señoriales hay por doquier, pero lo mejor es olvidarse del mapa y perderse sin rumbo definido por el laberinto de la antigua Budva.
Salimos al lado del puerto deportivo y vimos los yates y veleros de la gente VIP que tienen amarrados allí. Y desde el puerto al parking para continuar nuestro recorrido, que no era otro lugar que Sveti Stefan.
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