La Ribeira Sacra y sus famosos viñedos serían el atractivo y la motivación que nos llevaría a hacer una ruta en barco por el río Sil, teniendo la posibilidad de realizar un agradable paseo por una de las zonas más bellas de Galicia. Podríamos observar desde las mismas orillas del río donde nacen esos espectaculares riscos y montañas. Después de haber visitado el Monasterio de San Estevo, nos dirigimos al embarcadero del mismo nombre, que se encuentra a unos 5 kilómetros ladera abajo. Un trayecto espléndido con un par de miradores en los que vale la pena parar antes de llegar. Por la riqueza natural entre los ríos Sil y Miño, por su riqueza monumental la Ribeira Sacra se encuentra inscrita en la Lista Indicativa del Patrimonio de la Humanidad desde 1996.
ACTUALIZADO EN 2021 , ya que la Ribera Sacra ha sido declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco.
Aunque hay más embarcaderos para navegar en este singular paraje natural, elegimos obviamente el de San Estevo por su cercanía al Monasterio y después elegimos un catamarán que tenía la cubierta superior al aire libre. La página web para reservar y ver recorridos y precios es la siguiente:
No penséis que por el hecho de reservar vía internet os aseguran la plaza deseada. Primero hay que llegar a la taquilla, entregar la reserva y esperar a que llamen por vuestro nombre. Esto desde luego, evita las colas para acceder al barco, pero hasta que no se aborda no se sabe que asiento puedes escoger. En nuestro caso tuvimos la suerte de acceder a las dos últimas plazas de la cubierta superior, cosa que agradecimos pues hacía un día magnífico para notar el aire en la cara.
Ya embarcados, la tripulación nos dio una serie de consejos e instrucciones, sobre cómo comportarse en la salida, durante el trayecto y a la llegada. A continuación, el catamarán se puso en marcha y la voz de una guía se oyó por la megafonía. Nos iba explicando el recorrido y la evolución de la Ribeira. Hechos, anécdotas, modos de vida, historia, geología de la zona, la fauna, la flora, en fin muy documentada y explicaciones muy didácticas.
Empezamos a ver las increíbles terrazas de viñedos en terrenos con pendientes acusadísimas, que nos hacía pensar en el titánico esfuerzo de los agricultores para cosechar y vendimiar en esas escarpadas laderas y donde en muchas de ellas el único medio de llegar es a través de barcas. Al no existir ni caminos ni carreteras, es inviable el uso de maquinaria. Todo es manual, en todo el proceso de creación del vino solo interviene la mano del hombre. Eso, hay que tenerlo en cuenta cuando se adquiera una botella de vino de la Ribeira Sacra. La bien llamada "viticultura heroica" y la razón de que sus vinos no sean precisamente baratos se reconoce al pasear por este enclave. Como dato curioso diremos que se necesita una media de 10 años y 4 personas trabajando para preparar una finca encaramada a estas laderas y hacerla productiva.
Las fincas son de ámbito casi exclusivamente familiar, trabajando con técnicas respetuosas con el medio ambiente y el entorno, tanto la cosecha como la elaboración de los caldos se realizan como se ha hecho desde siempre, de manera artesanal. Las piedras que se encuentran entre los viñedos están predispuestas deliberadamente para conservar la temperatura. También los árboles frutales que se encuentran entre los viñedos, ya que en caso de plaga, enfermarían antes y daría tiempo de preparar y curar las vides.
A medida que avanzábamos se hacía más patente el gran contraste existente entre las dos vertientes del Sil, que por otro lado, en esta zona es frontera natural entre las provincias gallegas de Lugo y Ourense. Por un lado está la parte sombría, la parte más occidental, una zona que pertenece a la provincia de Ourense en la que no se dan las circunstancias óptimas para cosechar, por falta de horas de luz y donde en sus laderas predominan los pinos, abetos y robles.
En la parte correspondiente a la provincia de Lugo, la más oriental, es donde se encuentran la mayoría de los viñedos con denominación de origen "Ribera Sacra". En esta parte, al cobijo del río y de montañas rocosas es donde se da ese microclima tan especial que favorece la correcta maduración de la uva.
El sol brillaba con fuerza sobre las colinas, la temperatura y la luz eran perfectas. Estábamos disfrutando surcando las aguas del Sil a bordo de la embarcación, al respirar sentíamos la paz y la tranquilidad del lugar, un paraje espectacular pero con un ambiente relajado y en calma que con toda seguridad motivaría a varias congregaciones de monjes y ermitaños a instalarse aquí desde hace casi ocho siglos.
Seguimos nuestro recorrido observando la fuentes naturales por donde mana el agua y vierten al río, todo un espectáculo.
Una hora y media de travesía que iba llegando a su fin, un placentero viaje a través de las aguas del río Sil que nos había enseñado muchas cosas, entre ellas una naturaleza desbordante y bella. El barco giró para dirigirse al muelle de Santo Estevo y todos los pasajeros esbozaban una sonrisa en su cara.
La ruta en barco por el Sil había sido realmente agradable y placentera, nos había brindado el conocer un poco más el esfuerzo de los lugares para sacar sus cosechas adelante y el amor que sienten por su tierra. Hubiéramos acabado brindando con el vino de la tierra en la fabulosa terraza del restaurante del embarcadero pero había que conducir. Lo que estaba claro es que después de la experiencia, teníamos claro que queríamos conocer más en profundidad La Ribeira Sacra y lo íbamos a hacer desde sus miradores.
Cogimos nuestro coche de alquiler y nos dirigimos a Parada del Sil, ubicado en la vertiente más septentrional de la provincia de Ourense, haciendo frontera con los primeros municipios de Lugo. Nos encontramos con cantidad de viajeros, turistas y lugareños esperando mesa en los restaurante, menos mal que fuimos afortunados y pudimos coger la única mesa que quedaba en el restaurante de mismo nombre que el pueblo, Parada del Sil.
Y la verdad es que acertamos, una comida a base de raciones al centro que con postre y café nos costó 20€ por persona. Todo muy bueno, casero y bien elaborado.
Una vez terminado el buen yantar, nos dirigimos a conocer el Monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil, de estilo prerrománico y construído en el siglo IX. La importancia de este monasterio es lo suficientemente importante como para escribir un artículo sobre él y que se puede leer a través de este enlace:
Monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil
Desde allí a los miradores del Sil. Hay muchos y todos con vistas excepcionales, nosotros tuvimos que elegir dos pues solo disponíamos de unas horas pero en el siguiente mapa se pueden encontrar todos los de la zona.
Si queréis ver excelentes fotos esféricas de todos los miradores podéis seguir el enlace a esta página:
Nuestro primer mirador sería el Mirador de Cabezoá que se encuentra camino del monasterio. Está rodeado de la típica vegetación de la zona, castaños, robles y retama florecida con abundantes flores amarillas. Desde sus plataformas metálicas se pueden tener unas vistas inmejorables del cañón del río Sil.
También conocido como mirador de Vilouxe, está especialmente acondicionado para observar el meandro del Sil llamado Cotarro das Boedas. Las vistas desde aquí quitan las palabras, sencillamente impresionantes. Hay mucha información en los paneles indicativos.
El siguiente mirador que fuimos a visitar es el mirador de Os Torgás, también llamado "Balcones de Madrid", es sin duda el más famoso de todos ellos y un lugar donde las cámaras de fotos echan humo. Para llegar a él, hay que aparcar en los alrededores del campo de fútbol del pueblo Parada del Sil y después coger un sendero que está indicado, se llega después de unos doscientos metros andando.
Su curioso nombre se origina porque en ese punto despedían las esposas a sus maridos barquilleros y afiladores, al partir en cualquier viaje largo fuera de Galicia, y fueran a donde fuesen, decían que iban a Madrid.
Los familiares se asomaban a estos balcones para despedirse de ellos mientras se marchaban en barca hacia Ourense o andando para coger el tren en Monforte de Lemos que se divisa a lo lejos.
Desde los balcones de Madrid podemos ser testigos de una vista que llevan viendo nuestros antepasados durante mucho tiempo y que ha permanecido casi inalterable. Sin duda alguna es una de las mejores de toda Galicia.
No solo nos encantó divisar el río Sil desde la cumbres de las montañas de Ourense, sino que nos anima a volver para poder admirarlo desde los miradores de Lugo partiendo desde Monforte de Lemos, esperamos hacerlo y completar la visita a este magnífico recorrido por el Cañón del Sil.
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