Llegamos a Cefalú por la autopista de pago, comenzamos nuestra ruta desde Milazzo por la costa norte de Sicilia, el trayecto es bonito porque se divisa constantemente un intenso mar azul y grandes bosques de pino mediterráneo, cuando la autopista sale de los innumerables túneles. A pesar de ser un pueblo pequeño, cada año atrae a miles de turistas y tiene razones para que sea así y que luego relataremos.
No teníamos mucha información del pueblo de los sitios de aparcamiento y solo al llegar nos dimos cuenta que no estaba permitido circular con vehículo dentro de la ciudad (a no ser que fueras vecino) y tuvimos que dejarlo en el único aparcamiento municipal, más bien solar que se encontraba a como a dos kilómetros del centro, junto al puerto marítimo y había que coger un camino de interminables cuestas. Todo sea por conocer su Catedral, catalogada por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad y nos pusimos en marcha.
La verdad es que el paseo es bonito y agradable. Pasamos junto al faro y caminamos junto al borde de la costa donde aún se conservan las murallas defensivas del período helenístico-romano. El estilo siciliano de las casas junto al mar volvía a prevalecer.
Una vez llegamos al pueblo, solo hay que adentrarse por la Corso Ruggero, calle principal del casco viejo y que antiguamente marcaba los límites de la ciudad durante la Edad Media para llegar a la magnífica Catedral Normanda. Hoy en día se alinean iglesias barrocas y palacios nobles a ambos lados de la calle y en las vías adyacentes, las estrechas callejuelas medievales empedradas nos harán perdernos hasta encontrarnos con el mar o la Catedral.
Los signos y vestigios de la dominación normanda son tan numerosos que Cefalú también es llamada la “ciudadela normanda” La Catedral Normanda es el centro neurálgico de Cefalú, bajo la sombra de la Rocca, gran roca de piedra, con forma de cabeza (del latín...Cephaloedium), que da nombre a la ciudad y sobre cuyas laderas se construyó el antiguo templo pagano de la diosa Diana, único monumento pre-clásico en toda Sicilia, pero como desconocíamos que existía, nos evitamos subir los 278 escalones que llevan al Templo. Estábamos frente a la Catedral y observamos que primero se sitúa en un alto con una inmensa escalinata y además dos enormes torreones cuadrados que le confieren a esta Catedral un aire de castillo más que de iglesia. Edificada durante el siglo XII, su construcción es anterior al de las catedrales de Monreale y Palermo. Parece ser que se llevó a cabo por intervención directa del rey normando Roger II en agradecimiento por haberse salvado de un naufragio.
La parte superior de la fachada contiene una doble serie de arcos ciegos con un enorme ventanal ojival en la parte inmediatamente inferior, y debajo un pórtico de tres arcos realizado posteriormente en el siglo XV pensado para proteger de las inclemencias del tiempo el pórtico original, rico en detalles esculpidos en mármol blanco. La Catedral está dedicada al Salvador y a la transfiguración de Jesús, posee grandes dimensiones y los dos torres que albergan los campanarios, están rematados con ventanas de doble ojiva.
Con referencia al interior, el templo está compuesto por una planta de cruz latina y tres naves que se dividen entre sí a través de columnas de granito con base de mármol. Destaca sobre todo el techo de madera con vigas policromadas que refleja la influencia árabe que tiene la iglesia.
Pero el protagonista absoluto son los mosaicos de estilo bizantino que hubieron de ser fijados sobre un edificio de planta basilical sin cúpula, por lo que fue necesario colocar la imagen del Cristo en el Pantocrátor del ábside.
Curiosa es la imagen de Cristo que tiene el pelo rubio como los normandos, barba árabe y nariz griega. Una vez visitada la Catedral, bajamos los 33 escalones (los años de Cristo a su muerte) y disfrutamos de un café en una de las terrazas de la Piazza dei Duomo.
Y de allí, solo nos faltaba un paseíto por la playa, antes de dirigirnos a Palermo, la capital de Sicilia que era nuestra siguiente parada.
