Este día teníamos previsto hacer una excursión al Castillo de Trakai, algo que no nos podíamos perder estando en Vilnius. Varios viajeros lo tenían como imprescindible visita y las fotos que vimos nos hicieron refrendar esa decisión.
Nos informamos del autobús que debíamos de coger y nos pusimos en marcha. Ya de día y con fuerzas recuperadas fuimos dando un paseo por la ciudad hasta la estación, disfrutando de cuanto veíamos.
En poco más de 100 metros al final de la Avenida Gediminas observamos que había hasta tres Iglesias.
Al final de la calle se encontraba la Puerta de la Aurora que es famosa en todo el mundo religioso por dos razones, en primer lugar, debido a la milagrosa imagen de la Virgen María expuesta en la capilla de la Puerta de la Aurora y que es de la pocas imágenes que representan a la Virgen María sola sin el Niño Jesús. En segundo lugar, porque dicen que tiene poderes curativos y por tanto lugar de peregrinaje. En este especial lugar, el Papa Juan Pablo II, rezó aquí el rosario junto a peregrinos de toda Lituania y del extranjero.
Cruzada la Puerta de la Aurora y después de pasar un mercadillo, llegamos a la estación y cogimos el autobús. Llegamos a Trakai en poco más de media hora y por un importe de 3€. La parada en Trakai dista aproximadamente 2,5 kilómetros del Castillo, así que nos tocaba andar ese trecho, que por cierto se nos hizo interminable debido fundamentalmentel calor que hacía y a las cuestas que había que subir.
Junto a la parada del autobús hay un poste con un plano que te indica perfectamente por donde se debe ir para llegar al Castillo. Al menos el camino estaba repleto de casas pintorescas y de unos paisajes extraordinarios. El esfuerzo merece la pena. Hicimos una pequeña parada en una agradable terraza de una cafetería donde además de café probamos unos pasteles caseros extraordinarios. Un poco más adelante avistamos el lago y en vez de seguir por el camino recto, decidimos bordear el lago y disfrutar de su vista y de los colores del campo. Sabia decisión a pesar de hacer más recorrido porque lo que veíamos era auténticamente precioso.
Llegamos a un pequeño embarcadero con varias barcas de distintos colores aunque predominaban los de la bandera lituana. Aunque nos invitaron a probar, desistimos el ofrecimiento ya que queríamos llegar antes al Castillo, pero bien que nos hubiera gustado.
Empezábamos a ver las primeras familias haciendo picnic y también vehículos transformados para ofrecer bebida y comida a los visitantes. En uno de ellos se anunciaban las famosas kibinas, una especie de empanadilla rellena con carne que más tarde probaríamos y que son desde luego deliciosas. Aún no veíamos el Castillo pero debía faltar poco.
El lago era espectacular y enorme, el final no se llegaba a otear en el horizonte. Pensamos que un paseo en barco debía ser algo estupendo. Lo intentaríamos más adelante, pero no hubo suerte, era sábado y tenían todo reservado. Ir en un barco particular que también se ofrecen, se nos salía de presupuesto ya que pedían 80€.
Y por fin lo vimos. Como si de un cuento de hadas se tratase, en la otra orilla del lago esplendido y magnífico lucía el Castillo de Trakai. Es toda una impresión divisar el Castillo al doblar la esquina del camino que íbamos siguiendo junto a la ribera del lago.
La sonrisa volvió a nuestras caras y por un momento las piernas se habían relajado contemplando tal belleza. Hicimos nuestras primeras fotos y como si el cansancio hubiera remitido y fuimos raudos a coger el puente de madera que unía las dos orillas.
Ciertamente, no hemos conocido entorno de un Castillo tan bonito como este de Trakai.
Trakai es el castillo natal de Vytautas el Grande, héroe nacional del que los lituanos se sienten muy orgullosos ya que llego a expandir el territorio de Lituania desde el mar Báltico al Mar Negro. Su construcción data del siglo XIV, está realizado en ladrillo rojo y piedra, de estilo gótico y es el único castillo en Europa levantado sobre una isla en mitad de un lago. Sus defensas no solo eran naturales (las aguas del lago Galvé) sino que además disponía de un gran puente levadizo para salvar el gran foso que hubo en su día.
Nada más entrar, se da uno cuenta de la majestuosidad de la obra. Un gran patio de armas rodeado de caballerizas que en su día ocuparían la guardia real es el distribuidor de las estancias del Palacio. Tan grande es que se necesitarían más de dos horas para verlo en su totalidad.
Otro de los atractivos del Castillo es bordearlo por su exterior y ver de que manera tenían preparadas sus defensas y dispuestas sus torres para hacer frente al posible enemigo que lograra atravesar el lago. El muelle junto al Castillo es un ir y venir constante de turistas intentando coger un barco para navegar por el lago, algo que no pudimos hacer y de lo que nos lamentamos. Hicimos una comida en una terraza con unas vistas impresionantes hacia el Castillo y su lago a base de las empanadillas lituanas que si no son exquisitas, nos supieron a gloria en aquel lugar idílico.
Emprendimos la marcha de regreso a la parada del autobús, fijándonos más esta vez, en las casas de madera que se encuentran a los dos lados del camino.
Estas casitas, ahora la mayoría de ellas reconvertidas en B&B o en restaurantes, pertenecen a descendientes de las familias a las que el Gran Duque Vytautas dio cobijo en Trakai... Los caraítas.
El caraísmo es una antigua secta del judaísmo y que huían de la persecución Islámica y los convirtió en guardas y escoltas suyos. Construyeron sus casas con tres ventanas en su fachada en honor a Dios, la familia y al Gran Duque Vytautas.
El camino de vuelta se hizo menos pesado ya que fue cuesta abajo y afortunadamente no tuvimos que esperar en la parada ya que cuando llegamos estaba a punto de salir hacia Vilnius. Media hora más tarde, estábamos en el hotel cambiándonos de ropa y saliendo hacia la plaza de la Catedral.
Se puede decir que el corazón de la ciudad reside en esta plaza, casi siempre llena de gente de todas las edades. Desde la plaza se puede contemplar en lo alto de una colina la Torre del Castillo del Gran Duque Gediminas, fundador de la ciudad y cuya estatua se erige en el centro de la Plaza.
La Catedral de San Estanislao y San Ladislao es el templo más importante para los católicos del país, es Catedral y además Basílica siendo el título de mayor categoría que puede alcanzar una iglesia concedido por el Papa.
En su exterior se caracteriza por tener una torre de campanario separada de la Iglesia y que por efecto visual en algunas tomas fotográficas aparece como torcida. En su interior, se encuentra el Mausoleo de los Soberanos con tumbas de Duques y Reyes.
Una curiosidad, una de las baldosas del pavimento en la plaza de la catedral (entre la catedral y el campanario) tiene una inscripción con la palabra "Stebuklas" que en lituano significa milagro. Puedes pedirle un deseo para que se haga realidad, hay que quedarse de pie encima de ella y formular un deseo. A continuación girarse sobre sí mismo. Desde este sitio se inció la cadena humana más grande de la historia... La Cadena Báltica, una cadena humana de dos millones de personas, que unió Tallin con Riga y Vilnius el 23 de agosto de 1989, reclamando la liberación de los tres Estados Bálticos. Como veis los deseos se cumplen.
El edificio contiguo a la Catedral es el de la Universidad, la primera creada en Europa Oriental en el siglo XVI. Posee una gran colección de escritos, atlas y ejemplares de biblioteca antiguos y que están expuestos al público bajando por unas escaleras mecánicas desde el patio de entrada.
El color blanco inmaculado de los edificios de la Plaza de la Catedral en el atardecer es en si, todo un espectáculo. Hay que decir también que detrás de esta plaza se encuentra el Palacio de los Soberanos del Gran Ducado de Lituania, en reconstrucción desde 2002 y aún después de más de 10 años no estaba acabado por lo tanto, no pudimos verlo. Fue construido originalmente entre los siglos IV-VIII, habiendo sido residencia de los soberanos del país durante siglos.
En la Plaza de la Catedral nace la calle Pilies, calle peatonal que es la mas importante, concurrida y turística del casco antiguo, que está llena de tiendas de souvenirs, pubs y restaurantes. Hacia allí fuimos para dar buena cuenta de una cena en una terraza ya que disfrutábamos de un extraordinario buen tiempo.
Disfrutamos la velada mientras veíamos pasar todo tipo de gente, músicos callejeros y grupos de jóvenes alegres que empezaban a disfrutar del "Sábado noche" en Vilnius. Después de saborear un café, eso si descafeinado volvimos a la Plaza de la catedral para ver su iluminación antes de volver al hotel a descansar.
Subimos por la Avenida Gediminas y al pasar por el Teatro Nacional, nos fijamos en las esculturas de su fachada. Realmente casi espeluznantes al verlas por la noche ¿No creéis? Pero sin duda con gran valor artístico.
Seguimos subiendo la calle en dirección al hotel y comprobando que la noche del sábado en Vilnius se hacía cada vez más animada. No íbamos a comprobarlo, porque estábamos cansados y a nuestro viaje aún le quedaba un día que pensábamos aprovechar igual que el resto.