Allí estábamos a primera hora de la mañana esperando el barco que nos llevaría a recorrer uno de los parajes más bellos de Alemania y que con todo merecimiento esta reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Justo enfrente de nuestro hotel y mientras los primeros rayos de sol hacían su aparición, nos mirábamos con ilusión por haber llegado hasta allí y tener tan buena suerte con el tiempo que nos había tocado.
Boppard que fue antiguamente un lugar destinado a Residencia Real y que además llegó a obtener la condición de ciudad libre imperial, se ha convertido en el punto de partida para recorrer el Valle del Rhin medio. La ciudad de Boppard, con sus diez distritos, forma su propio mundo incomparable para disfrutar de vacaciones combinando las montañas y valles, en un ambiente tranquilo con sus plazas y callejas, uniendo de la manera más hermosa la naturaleza y la cultura en una experiencia inolvidable. Alberga hasta el día de hoy la combinación del poder curativo de las aguas termales con la contemplación de hermosos paisajes.
Los nervios por si se cancelaría nuestro trayecto tal y como explicaban en la página web de Hebel linie en caso de mal tiempo se iban disipando a medida que el ambiente iba despejandose. Por aproximadamente 20€ tendríamos la posibilidad de pasear por el Rhin unas cuantas horas.
Sobre las 10:00 h. salimos de los muelles de Boppard, el ruido constante del motor del barco sin llegar a ser molesto, nos transportaba a soñar en épocas pasadas cuando este medio era quizás el único para llevar mercancías y viveres a los pueblos por los que íbamos pasando en ambos márgenes del rio.
Observamos lineas de tren casi al borde de la orilla, carreteras que horadaban las montañas perfectamente diseñadas y señalizadas que unían los pueblos de la comarca. Pero lo más alucinante fueron la cantidad de castllos, torres de vigilancia y almenaras que en su tiempo fueron bastiones de combate y defensa de la población asentada en aquellos lares.
La belleza de los pueblos construidos en las laderas de la montaña, sus pequeños embarcaderos y sus torres de campanarios de iglesias avistando el horizonte, hizo que salieramos a cubierta a disfrutar de un paseo que en pocos lugares del mundo se pueden encontrar. Patrimonio mundial desde el año 2002, se pueden disfrutar las viejas tradiciones en los mercados históricos, festivales de los castillos y torneos de caballeros. Los mitos y leyendas del viejo rio Rhin como el de la joven desenamorada Loreley serán nuestros acompañantes. (http://www.loreley-info.com/spa/rhein-rin/patrimonio-mundial.php)
Vestigios de batallas pasadas o quizás bombardeos de la última guerra mundial, tambien nos enseñaron el ensañamiento del hombre no solo contra la naturaleza sino contra autenticas obras de arte y monumentos realizados con un esfuerzo titánico para construir en laderas inexpugnables.
Los castillos y ruinas del Rin también son evidencia de un acuerdo cultural cambiante. Conservados de acuerdo a su forma original y sin cambios, los castillos clasificados como patrimonio mundial son el Marksburg y el Pfalzgrafenstein, yacen junto a ruinas; el Fürstenberg, el Ehrenfels y el Rheinfels, y los castillos cuidadosamente restaurados como el Sterrenberg, el Stahleck o el Schönburg. Además, las románticas renovaciones del siglo XIX, tales como el Rheinstein, el castillo de Katz, el Sooneck y en particular el Stolzenfels, le narran al visitante que los castillos y las ruinas del valle superior del Rin, patrimonio mundial, siempre han provocado la imaginación de la gente y los han seducido a nuevas dimensiones de diseño y composición. Cada castillo clasificado como patrimonio mundial tiene su propia historia.
Al cabo de una hora y media aproximadamente llegamos a St. Goar. Dentro de la planificación del viaje, pudimos observar que era factible realizar una parada de poco más de una hora en este pintoresco pueblo que tambien forma parte del Alto Valle del Rin Medio y por tanto Patrimonio de la Humanidad, antes de coger el siguiente barco que nos seguiría conduciendo por el rio Rhin. Aún así preguntamos al revisor, que nos confirmó la posibilidad de realizar dicha parada y coger el siguiente barco con el mismo ticket.
Sankt Goar es un pueblo típico alemán que además de una enorme fortaleza derruida en sus colinas cuenta con magnificas confiterías, donde pudimos saborear un esplendido café con unas pastas en un local precioso lleno de encanto tradicional.
Admiramos el paisaje donde está enclavado el precioso pueblo y dimos un paseo por calles de origen medieval y con casas de inmaculadas fachadas, para volver de nuevo al muelle a esperar el siguiente barco. Con puntualidad alemana, a la hora convenida estaba el barco entrando en el muelle para recoger pasajeros. Y de nuevo multitud de castillos y pueblos encantadores a las orillas del río.
A cambio de tanta belleza en el recorrido no podíamos más que ofrecer nuestra más abierta sonrisa. Si nos estaba pareciendo un paseo espectacular en pleno invierno, no imaginamos como debe ser realizarlo en primavera. Y a eso os animamos queridos lectores, procurad no dejar pasar la excursión que os estamos relatando. No os defraudará.
Por fin, llegamos a nuestro destino, el pueblo de Bingen am Rhein. Situado en la confluencia del rio Rhin con el rio Nahe. Es conocido por ser la cuna de la monja mística Hildegard Von Bingen, nacida en el siglo XII y precursora de la medicina alternativa. Desde allí cogeríamos el tren hacia Mainz (Maguncia).
Desde el muelle a la estación de tren con todas nuestras maletas en un paseo corto, ya que se encontraban cerca. Vimos que apenas teníamos 45mn para coger el tren hasta Mainz y como estábamos hambrientos, compramos un par de bocadillos en el bar de la estación. Dimos buena cuenta de ellos mientras llegaba nuestro tren. A la hora fijada, estábamos entrando en el vagón que nos correspondía y haciendo uso de los asientos preasignados que habíamos obtenido reservando por Internet.
Llegamos a la bonita estación de Mainz decorada para la ocasión, como no podía ser menos, con motivos de Navidad. Por supuesto, habíamos tenido en cuenta la reserva de un hotel no muy lejos de la estación. El elegido fue el hotel Königshof que por unos 80€ la noche con desayuno incluido nos serviría para albergarnos en Mainz.
Después de dejar las maletas, nos dispusimos a conocer el Mercado de Navidad de Mainz y una vez corroborado el camino a emprender con la recepcionista del hotel nos pusimos en marcha.
El Mercado de Navidad de Mainz está compuesto por más de 100 casetas de madera instaladas alrededor de su fabulosa Catedral. Se extiende hacia las calles adyacentes y llega hasta la misma estación de trenes. No teníamos perdida, atisbar la Catedral, seguir el camino hacia ella y divertirnos con la música que sonaba en un ambiente absolutamente festivo.
Antes de llegar a Catedral, vimos una especie de torre con muñecos de madera, movidos mediante las aspas de un molino que era absolutamente una maravilla. Alemania nos estaba encantando y asombrando con sus Mercados de Navidad pero había algo más. Era mágico... La auténtica magia de la Navidad se adueñaba de nosotros.
Es difícil plasmar en estas lineas escritas las emociones que surgían caminando por estas calles llenas de ilusión, luz y alegría. Al llegar junto a la Catedral de San Martín en un escenario decorado igualmente con un gusto exquisito, escuchamos la interpretación de música navideña por un coro de hombres y mujeres que de bien que lo hacían, consiguieron que no solo nos parasemos, si no que saboreáramos un vino caliente (Glühwein) mientras nos deleitábamos con sus canciones.
¡Vaya bonito día que hemos pasado! Exclamamos casi a la par en cuanto cruzamos las miradas. Y así fue, un precioso día rematado con la magia de la Navidad en su sentido más amplio. Porque si uno no es capaz de sonreir ante espectáculos como este, seguramente esté muerto.