El campo de concentración de Tarrafal, conocido como "Campo da Morte Lenta" (Campo de la muerte lenta) fue utilizado para castigar y mantener aislados a los opositores políticos de António de Oliveira Salazar, el dictador que gobernó Portugal a mediados del siglo XX y que a pesar de ser tan humillante y cruel, Europa cerró los ojos ante tan deplorable campo de castigo. Es una visita desgarradora, pero importante para reconocer los errores de la historia. Si se desea información sobre esta historia reciente y turbulenta de Portugal y sus antiguas colonias, la visita es obligada.
El campo está situado a unos 60 kilómetros de la capital Praia en la isla de Santiago, pero el recorrido puede durar hasta 1,5 horas en automóvil, como fue nuestro caso, ya que la visita formó parte del recorrido en taxi que contratamos para visitar la isla. En las camionetas (aluguers) incluso hasta 3 horas por la cantidad de paradas en el recorrido. Si se viaja en este medio, se debe pedir al conductor que se detenga cerca del campamento, que se encuentra en las afueras de la ciudad de Tarrafal, cerca de la carretera principal.
El campo de concentración de Tarrafal fue declarado Patrimonio Cultural Nacional de Cabo Verde e incluido en 2016 en la Lista Indicativa del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Por sus características, tiene cierta semejanza con el sitio de Robben Island (Sudáfrica), inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1999. De hecho, es también un campo de concentración en una isla, en un ambiente hostil y que en el continente africano recibió presos políticos.
Utilizado después de su cierre como centro de entrenamiento militar, el sitio conserva casi en su integridad las características originales y se encuentra en un razonable buen estado de conservación, aunque, todo hay que decirlo, se haya inscrito en la lista de los 100 sitios que se encuentran en peligro de extinción inventariados por el Fondo Mundial de Monumentos. Desde el año 2000 el sitio alberga el Museo de la Resistencia.
Este museo representa el deseo de preservar y promover este patrimonio, así como la responsabilidad de preservar esta parte de la historia. Accedimos al recinto adquiriendo la entrada por valor de 200 CVE. Para más información, consultar la página web del Museo de la Resistencia de Cabo Verde.
Al igual que sucede con las visitas a otros campos de concentración como Auschwitz o Dachau, al visitar las instalaciones, las fotos, los carteles, el silencio, se produce un terrible golpe emocional, angustia y congoja. Más aún, cuando descubrimos que algunos españoles también sufrieron y fueron torturados dentro de estas paredes.
Junto a la entrada se encuentra una pequeña exhibición en una habitación donde podemos observar el uniforme de un prisionero y algunos objetos. Un video cuenta la historia del campamento (aunque solo en portugués) como introducción a la visita. Al salir de la habitación y deambulando por los alrededores se absorbe el ambiente más bien sombrío del lugar y la lectura de los diferentes carteles (en su mayoría en tres idiomas) ayudan a comprender la tragedia que allí se vivió.
Durante más de treinta años de funcionamiento, el campo de concentración de Tarrafal, se ha utilizado para practicar los crímenes más atroces, dejando unas cicatrices físicas y psicológicas irreversibles en aquellos que se opusieron al orden político y social existente durante la dictadura portuguesa. Todavía hoy, parece increíble como Europa no fue capaz de intentar parar y denunciar tal irracionalidad del régimen de Salazar.
El objetivo del campo era aislar a los activistas del continente y encarcelarlos en condiciones difíciles, dejando un claro mensaje a los demás activistas contrarios al régimen, de que el castigo por ello sería severo. Además de los antifascistas portugueses, el campo también albergó en su primera fase a prisioneros de otras nacionalidades como polacos, alemanes y españoles.
El Campamento fue fundado en 1936 y funcionó (con una pausa de 7 años) hasta el 25 de abril de 1974, día de la Revolución de los Claveles portugueses. Se cerró de manera provisional en 1954, pero no antes de que 32 presos políticos hubieran muerto allí y muchos centenares quedaran con secuelas físicas y psicológicas de por vida. En 1961 volvió a reabrirse, esta vez bajo el nombre de campo de trabajo Chão Bom, albergando a militantes que luchaban contra el colonialismo portugués en Cabo Verde, Angola y Guinea-Bissau. Una especie de cárcel para independentistas.
Además del trabajo forzoso, la tortura se practicaba con frecuencia como la llamada "frigideira" (sartén), una celda pequeña de cemento de 9m2 sin ventanas y con el techo expuesta al sol que podía contener hasta 17 prisioneros al mismo tiempo, la estatua, la tortura del sueño o golpes, son ejemplos de las prácticas inhumanas infligidas a los presos. Además, la mala nutrición y el agua insalubre, a menudo contaminada, contribuyeron al empeoramiento de la situación de los reclusos.
La ubicación del campo no fue elegida al azar, porque en ese momento Tarrafal era el verdadero fin del mundo. Las islas estaban completamente aisladas, impidiendo que los presos se comunicaran con el exterior, las fuentes de agua eran extremadamente escasas y fáciles de controlar. Por lo tanto, escapar de allí sería una tarea difícil, de hecho, solo hubo intentonas. No hubo ningún caso de fuga en la historia del campamento.
El campo de concentración de Tarrafal era un lugar de aislamiento de los opositores al régimen de todo el imperio portugués, activistas de la independencia de Angola, Mozambique, Guinea-Bissau y el mismo Cabo Verde fueron encarcelados aquí. Todo fue diseñado para hacer que la vida de los prisioneros fuera desgraciada e incómoda. De hecho, los elementos estructurales, históricos, funcionales y simbólicos, guardan similitudes con otros espacios construidos durante los regímenes totalitarios que existían en Europa como los campos de concentración de Auschwitz y de Dauchau.
El campo de concentración de Tarrafal no era un campo de exterminio, no había instalaciones para matar a grandes grupos, pero por algo se le denominaba "campo de la muerte lenta". Impresionados quedamos cuando vimos la celda de castigo. Era una celda pequeña con una pequeña abertura, en la que no se podía permanecer de pie ni acostarse correctamente, permaneciendo el preso aislado con el calor, soportando temperaturas de hasta 60ºC y teniendo que dormir, orinar y defecar en el mismo lugar, sin sanitarios ni agua. Nos preguntamos por qué el ser humano puede ser tan inventivo cuando se trata de hacer sufrir a otro ser humano.
En resumen, el campo de concentración de Tarrafal, representa el horror de uno de los regímenes totalitarios más oscuros del siglo XX, el régimen de Salazar. Se encuentra en la memoria colectiva de los libertadores de dos continentes, entre portugueses, angoleños, mozabiqueños, guineanos y caboverdianos, y no solo como un "campo de exterminio lento", sino también como una de las frases utilizadas en Portugal contra el régimen dictatorial en honor de los presos políticos "Tarrafal nunca mais". Un sitio de doloroso recuerdo que da testimonio del precio de la libertad.
Si se sale al exterior, se observa que el campo de concentración de Tarrafal tiene un plano rectangular rodeado de muros de hormigón, similar al sistema de defensa de las fortalezas medievales caracterizado por su grandeza e inviolabilidad. El buen estado de conservación de estas infraestructuras, el hecho de que los presos fueran de diferentes nacionalidades y el grado de gravedad de la violencia y el trauma causado por el campo de concentración de Tarrafal hacen de este lugar un sitio único. De hecho, Tarrafal es un testimonio excepcional en África en relación con su estado de conservación y la importancia creada en la memoria colectiva no solo de los caboverdianos sino también de los portugueses y otros países africanos, antiguas colonias de Portugal.
A partir de la Revolución de los Claveles, se dio la orden para que todos los prisioneros que estuvieran allí fueran liberados. En 1975, Cabo Verde logró la independencia total y el campo se entregó al gobierno recién formado. Tarrafal, se convirtió en un símbolo de la lucha contra el totalitarismo que ha cruzado las fronteras. En su cartel anunciador de sus 100 años de historia, no olvidan representar el triste "Campo da Morte Lenta".
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