Cuando buscas en Google el nombre de Casablanca, curiosamente se entremezclan los resultados alusivos a la gran película de Michael Curtiz y protagonizada por Humprey Bogart e Ingrid Bregman con los datos de la ciudad marroquí. Está claro que el cine ha dado a conocer el nombre de Casablanca mucho más que la historia de esta ciudad. Una historia de amor desarrollada en un antro decorado al estilo hollywoodiense, puede más en la memoria colectiva, que el verdadero crecimiento de la ciudad que ha pasado de tener 600 habitantes hace 120 años a los más de 6.000.000 de hoy en día.
Desde luego causa gran curiosidad saber como es la Casablanca verdadera. Nosotros teníamos varias razones para conocerla. Primero, está a medio camino entre Rabat y Marrakesh, segundo, posee una de las mezquitas más grandes del mundo y además se puede visitar por los no musulmanes, hecho casi insólito, por lo que resulta imprescindible como visita y tercero acudir al Café de Rick´s, aún a sabiendas que es réplica del decorado de Hollywood, pero no deja de ser una ilusión cinematográfica. Añadiremos una cuarta razón y es que en 2013 la ciudad de Casablanca fue inscrita en la Lista indicativa del Patrimonio de la Humanidad por la Unesco como "Casablanca, ciudad del siglo XX, encrucijada de influencias". Llegamos relativamente temprano desde Rabat y por lo tanto, no disponíamos de habitación disponible en el Hotel Al Walid, situado en la misma plaza de la estación de tren Casablanca Voyageur, hasta mediodía. El hotel sin grandes pretensiones, era limpio, moderno y con buenas camas, lo elegimos por su cercanía a la estación y por que tenía un precio razonable en comparación con otros de la ciudad, que sin duda es la más cara de Marruecos. Y con el frío que estábamos,¡ tenía calefacción!.
Con sus más de 6 millones de habitantes, Casablanca es una de las ciudades más grandes de África, también es una de las más occidentalizadas, pese a no ser de las ciudades más turísticas de Marruecos, tiene mucho que ofrecer al que la visita. De momento observamos que existe un espléndido tranvía que llega hasta el centro de la ciudad y que fue lo que cogimos para trasladarnos después de haber dejado las maletas en el hotel. La tarifa, aproximadamente 0,80€ por trayecto. Por cierto, un inciso, la amabilidad a la que estábamos acostumbrados en Marruecos, aquí brilla por su ausencia.
Aunque no se respira el ambiente de otras ciudades de Marruecos, Casablanca es la mejor representación de la nación moderna. Aquí es donde se hace dinero en exportaciones y negocios, donde los jóvenes marroquíes vienen en busca de fortuna y donde las industrias creativas prosperan. Nos encontramos casi todo el centro en obras, el número de proyectos urbanísticos de remodelación y construcción en curso es simplemente extraordinario. La Plaza Mohammed V y el Parque de la liga árabe, el nuevo Grand Théâtre de Casablanca y los nuevos edificios casi rascacielos destinados a oficinas y administraciones son algunos ejemplos del rápido desarrollo de esta ciudad.
En la actualidad, esta ciudad se ha convertido en el centro económico del país y en la más europea. Nos paramos en la plaza equivalente a la Puerta del Sol de Madrid, la Plaza Mohamed V, la plaza central de Casablanca, donde están enclavados muchos de los importantes edificios oficiales de la ciudad, incluyendo la Oficina principal de correos, el Palacio de Justicia, la Prefectura, el consulado francés, y el principal banco de Marruecos. Las fachadas de los edificios intentan conservar el estilo neo-morisco planeado para la ciudad cuando pertenecía al protectorado francés, y que dejó su huella durante el siglo XX.
La plaza tiene una fuente central y jardines que se encuentran en restauración, también alberga el nuevo Grand Théâtre (en construcción). Y desde luego es el lugar favorito por los locales para pasear. No tenía excesivo interés para nosotros, así que nos acercamos a la oficina de turismo que también estaba allí para que nos indicaran las mejor manera para llegar a la Gran Mezquita. Otra observación, casi nadie habla español y el francés a duras penas. Esta claro que la occidentalización pasa por aprender inglés en cualquier parte del mundo. El encargado de la oficina de turismo nos dio varias indicaciones y nos colmó de mapas y folletos (todos en inglés y algunos en francés). Decidimos ir andando a través de la Medina vieja y el puerto, pero antes tomamos un café en un local con aire decadente y reminiscencias de los años sesenta en la plaza contigua, la plaza de la Naciones Unidas.
Desde allí se distingue el bullicio de la ciudad, a un lado, los modernos luminosos de las empresas multinacionales como Cartier, Versace o Zara en edificios recién construidos y enfrente, la entrada a la Medina Vieja. Allí nos dimos cuenta con toda certeza que Casablanca es una ciudad de contradicciones y contrastes, lo ves en las vestimentas y en las caras de la gente, en las calles y en las fachadas de los edificios, al igual que nos pasó en Tánger hace años, parecía que estábamos inmersos en una película fascinante, donde la modernidad se conjuga con lo ancestral y tú eliges en cada momento la aventura que quieres vivir.
¡Seguimos! Cruzamos la calle y entramos por su puerta principal que al igual que sus murallas datan del siglo XVI. Menos espléndida que el resto de medinas de las capitales del país, es, sin embargo, un lugar único para todos aquellos visitantes que se afanan en encontrar su lado mágico o sorprenderse con lo hallado en cualquier esquina. En todo caso, es una maravilla estar aquí y discurrir por sus callejuelas. Toda una cultura nos acompañará durante el paseo.
Al igual que las otras medinas que habíamos visto, el hacer de los artesanos y los vendedores no dejaba de sorprendernos, así como el variopinto estilo de las edificaciones por las que íbamos pasando, mezquitas, edificios europeos con ventanas y balcones bien labrados, los colores de las paredes, el laberinto de callejuelas, los caóticos y destartalados almacenes, en fin, un lugar para experimentar el pulso de la vida diaria, pero a diferencia de otras medinas es un barrio con un auténtico ambiente residencial con pequeñas plazas y ornamentación de árboles.
No sin alguna que otra dificultad, logramos salir al malecón o puerto marítimo y comenzamos a caminar por el Bulevar de los Almohades.
Allí encontramos el Skala, un fortificado bastión con vistas al puerto de Casablanca, con un imponente cañón, que fue construido a mediados del siglo XVIII por el sultán Sidi Mohammed Ben Abdallah y reconstruido en tiempos del protectorado francés. Un poco más adelante del bastión se encuentra el Rick´s Café, donde entramos a reservar mesa para cenar y deleitarnos con el fabuloso mobiliario y decoración del que disfrutaríamos esa noche.
Ya distinguíamos la silueta de la Gran Mezquita, era un camino recto el que llevaba hacia ella, pero a medida que nos acercábamos el barrio se iba convirtiendo cada vez en más marginal y degradado. No es muy conveniente pasar por allí y sobre todo de noche, pero no nos quedó otro remedio ya que no había ni autobuses ni taxis y la Mezquita se encontraba relativamente cerca. Todo hay que decirlo, no tuvimos absolutamente ningún problema. El barrio se encuentra en una metamorfosis, ya que se piensa construir una urbanización de gran lujo, donde ahora solo hay chabolas y casas bajas.
Situada en la costa en la punta norte de la medina vieja, la Mezquita de Hassan II domina toda la ciudad. Después de la Meca, es la mezquita más grande del mundo. Y en lo que sí es la primera, es en la altura de su minarete con más de 200 metros sobre el nivel del suelo.
Para nosotros, no solo es una obra maestra de la arquitectura del siglo XX, sino también colosal y seguramente se encuentre entre los mejores edificios construidos en la edad contemporánea. Es un testimonio de un trabajo de artesanía increíble, intervinieron hasta 10.000 artesanos en su embellecimiento y se tardó más de siete años para completar el sueño del anterior rey de Marruecos. Oficialmente se inauguró el 30 de agosto de 1993.
La sala de oración tiene capacidad para 25.000 fieles, mientras que el patio, que cuenta con un techo retráctil, puede adaptarse para otros 80.000 fieles. ¡Impresionante! La intrincada y estudiada decoración cubre cada centímetro de la superficie. La ubicación, justo en la punta de la bahía rocosa sobre el océano, es más bien dramático, aparentando que surge del mar.
Los no musulmanes pueden visitarla, en horarios fuera de culto. Los precios son de 120 dirhams por persona (12€) por lo que no es nada barato, pero os aseguramos que merece la pena. Los horarios con visita guiada, por libre no se puede visitar, son a las 9,10,11 y 14 horas. Todos los días, excepto los viernes que se elimina la visita de las 11.
Llegamos casi con una hora de antelación que nos permitió deambular por el exterior, admirando el majestuoso monumento. Una vez abiertas las taquillas, sacamos nuestras entradas y nos indicaron donde debíamos esperar a nuestro guía, al lado de un cartel que ponía "Español". Fue una mujer, natural de La Rioja y casada con un musulmán la que sería encargada de nuestra visita. Con todo lujo de detalles nos explicó los pormenores de su construcción y los materiales empleados. Aunque construida recientemente, a finales del siglo XX, no deja de impresionar a los sentidos, las dimensiones, los materiales y la luz. Una auténtico tesoro.
El interior está rematado por un techo de madera de cedro sostenido por 76 pilares que, no obstante, puede abrirse dejando pasar la luz hasta el estanque del patio. El mármol y los azulejos tienen un tratamiento especial contra la corrosión del mar y las lámparas son de una belleza increíble. La visita dura unos 45 minutos y para terminar, la guía nos contó que el rayo laser que está instalado en lo alto del minarete, está orientado hacia La Meca y es visible por la noche a más de 30 kilómetros. A la salida cogimos un taxi sin regatear, ya que no era momento ni lugar. Había mucha gente esperándolos y pocos taxis que pasaban. Nos pidió 60 Mad (6€) por llevarnos al centro. Podíamos haber dicho que nos llevara a la Corniche, el barrio que hay junto al mar, pero preferimos buscar un café con encanto y comer unos pasteles en pleno centro y observar los edificios Art Decó que quedan en Casablanca. De hecho, hay una ruta turística alrededor de estos edificios. Le dijimos al taxista que nos llevara la Plaza del 16 de Noviembre.
Nos fijamos antes de parar en el Café la Princiere y una vez bajamos del taxi, nos dirigimos a él para calmar nuestro estomago con unos cuantos pasteles y un café expresso. El bullicioso centro de Casablanca te hace sentir como si entráramos en una máquina del tiempo. Visto desde la terraza donde nos sentamos, limpiabotas, intrigantes hombres con gabardina larga y maletín, barmans y camareros ataviados a la antigua usanza con alzacuellos, vendedores ambulantes, nos hacía recordar nuestra niñez.
El barrio de Casablanca donde estábamos, está cargado de edificios históricos de principios del siglo XX y parecía que la gente también era de la misma época.
Los arquitéctos franceses que abrazaron el movimiento Art Deco de principios del siglo XX, prácticamente se hicieron cargo de Casablanca para realizar sus obras. Algunos de ellos se encuentran actualmente en un lamentable estado. En general, este barrio es una auténtica muestra de la historia de Marruecos como parte del protectorado francés (1912-1956).
El gobierno marroquí está invirtiendo dinero en la regeneración de Casablanca y esperemos que algunos de estos edificios Art Deco puedan ser rescatados y restaurados, pero Casablanca es una ciudad de extremos, los grandes hombres de negocios más ricos, residen en las nuevas urbanizaciones a lo largo de la costa, mientras que los emigrantes rurales, más pobres, sobreviven a duras penas en el extraradio sur. Parece que la anterior moderna Casablanca carece de interés para el tipo de vida musulmán. Renovaciones muy mediocres que solo consisten en pintar la fachada de colores vivos, no es precisamente volver a dar gloria a la ciudad. Quizás también hay un sentimiento de renegación hacia la cultura que un día dominaba este lugar.
Era el momento para regresar al hotel y descansar un poco antes de ir a cenar al local donde habíamos reservado... El Rick´s Café. Difícil resistirse a entrar en la réplica del flamante Rick’s Café en el que tuvieron lugar los acontecimientos que se relatan en la película “Casablanca" debido a la atmósfera sensual inspirada en el bar que se hizo famoso en el film. Sabemos de sobra que no es el café original, que la película Casablanca se rodó en un estudio de Hollywood y no en esta ciudad. ¿Pero? ¿A quién no le gusta soñar?
A los cinéfilos, les ocurre, que al oír el nombre de Casablanca, inmediatamente asocian los sonidos suaves del piano, las luces tenues y la elegancia de Bogart y Bergman. Pues eso es lo que te encuentras en el Rick´s Café de Casablanca, detalles copiados fielmente de la película, por la propietaria Kahty Kriger y su equipo. Aquí todo esta medido a la perfección, incluso su página web, es una maravilla.
En este lugar se puede encontrar... ¡Lo que vas buscando! Ambiente especial, preciosas lámparas, un bar con barra de madera, balcones, paredes blancas y puertas árabes con arcos curvos. Todo para pasar una agradable velada y evocar los grandes momentos del cine.
afé de Rick´s ofrece toda una experiencia atmosférica, junto con un menú internacional especializado en platos a base de mariscos, pollo y verduras frescas. ¿Caro? Puede ser, pero solo en comparación del resto de restaurantes de Casablanca. El precio que pagamos para dos personas con varios entrantes, dos platos, bebidas, postres y café fue de 54€. Y el Café de Rick´s también te obsequia con una música en directo deliciosa, la propietaria pasa por las mesas a saludar y el servicio no puede ser mejor, atentos a cualquier detalle. Hemos dejado los datos, está en vosotros decidir si en Casablanca hay que ir a conocerlo o no. Nosotros lo pasamos estupendamente.
Ya avanzada la noche, cuando salimos del local, los taxis estaban esperando en la puerta. Tampoco buen momento para negociar, sabían de donde salíamos y lo que habíamos gastado. Pregunta... ¿Cuanto? Respuesta... 60 MAD. Que remedio, eso sí, le pedimos que nos parara un momento junto a la Mezquita para tener una foto con ella iluminada.
Vuelta al hotel a descansar, al día siguiente nos tocaba ir a Marrakech, última etapa del viaje.
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